Ahora durante esta contingencia, pensamos en comenzar la crianza de gallinas. Así que sin tener ningún conocimiento, ni experiencia previa; pensamos que lógicamente las gallinas necesitarían un lugar en donde vivir, donde dormir, donde comer y donde poner los huevos. Ante esta idea necesitábamos un gallinero pero ¿Cuánto costo implicaría eso? Sería como dice coloquialmente “Va a salir más caro el caldo que las albóndigas”. Así que lo mejor era tratar de usar material que tuviéramos en casa y procurar no gastar tanto en este proyecto.
Construir el gallinero fue todo un reto, mi hijo Daniel y yo comenzamos orando al Señor para tener una buena mente constructiva y los materiales esenciales.
Comenzamos animados a trabajar bajo la luz sofocante del sol, pero no aguantamos mucho; así que pusimos una lona para cubrirnos un poco de la intensidad de las quemaduras del sol. Al segundo día, llego un momento en que nos bloqueamos, ya no podíamos continuar con esto. Cualquier idea de construcción no se ajustaba a los materiales reciclables que teníamos, no teníamos los materiales necesarios; y los que había ya comprado (láminas de cartón y malla) se desperdiciarían si desistíamos. Esto trajo a mi mente lo que el Señor hace en la vida del creyente, cuando en su palabra nos dice: “…que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo”. El Señor no deja las cosas a medias, él es fiel para sustentarnos y cumplir con sus propósitos en nosotros. Las circunstancias adversas y difíciles son las que El usa para enseñarnos y transformar nuestras vidas verdaderamente. Así que nuevamente, con toda calma y un nuevo suspiro, ore al Señor por paciencia para mí. Así que sin darme cuenta siquiera, recomenzamos la construcción, usando tablitas de aquí, tablitas de allá, tubos, palos, corcholatas, clavos para concreto, clavos para madera, tornillos, alambre, láminas de cartón y malla metálica.
Casi al final de la construcción, vino la verdadera recompensa. Cuando mi hijo dijo: “me ha gustado mucho tener este tiempo contigo”, “me ha dado mucho ánimo poder estar compartiendo este trabajo juntos, y me gustaría continuar trabajando haciendo otras cosas juntos”.
Doy gracias a Dios por sostenerme en el momento de frustración, y de ayudarnos a concretar esta obra. Pero sobre todo por mostrarme que las cosas pequeñas de la vida son la mejor escuela que puede enseñar a nuestros hijos sobre la perseverancia, la paciencia, la oración, y el ánimo.
estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo